¿Cuántas
veces escuchamos al Comandante Chávez invitando a los factores
oposicionistas a optar por la alternativa democrática?. ¿Cuántas
veces lo vimos severamente conminarlos a irse a las montañas y darlo
todo si su opción era la de romper con el orden constitucional
corriendo tras sus ideas?. ¿Cuántas veces vimos a esa derecha
acobardarse cuándo vieron que la opción violenta implicaba más que
un simple acto de vandalismo y secuestro sifrino de las calles?
Lo
que ha sucedido desde el 12 de febrero parecía ser que por fin la
derecha le tomó la palabra al Comandante y emprendió un proceso de
foquismo para combatir al Estado y al Gobierno que lo rige (por
decisión de las mayorías). Supuestamente la oposición (o ese
sector violento que la tiene secuestrada) había decidido por un
método que -en el argot de la guerra no convencional- se denomina
foquismo; es decir, desarrollar en distintos lugares simultáneamente
pequeños focos de violencia y confrontación dirigidos por
grupúsculos que van desgastando a las fuerzas del orden público,
hasta debilitarlo para limitar y eliminar la presencia del Estado en
dichos lugares.
Durante
la Guerra de Guerrillas vivida en Venezuela en los años '60,
'70 y '80, esta estrategia fue aplastada a sangre y fuego con asesoría
norteamericana. Los rebeldes de entonces se alzaron en armas y
asumieron plenamente las consecuencias de sus actos y decisiones.
Recordemos incluso que el Gobierno adeco inauguró la Constitución
de 1961 con las Garantías suspendidas, violó los Derechos Humanos
de diputados y líderes de izquierda y -con personajes de la ralea de
Posada Carriles- no respetó calle, casa, urbanización ni barrio
donde -según soplones- se escondían los guerrilleros y
simpatizantes de izquierda. Lo de las montañas es harto conocido.
De
verdad pensé que por fin
la derecha optó por su sacrificio definitivo en virtud de sus
ideales. Pero no, lo que vemos es un bullir de foquitos hipsters
(disfraz de harapo) donde la violencia desatada se ha convertido en
pretendidas trancas (suerte de autoflagelaciones medievales) que la
gran prensa magnifica, mientras los alzados agreden a inocentes y
desafían al Estado (y al Gobierno que lleva sus riendas) para huir
con poses pseudo heroicas a sus casitas pequeño burguesas donde su
mami (cuando no lo hace la criada) le prepara una deliciosa cena,
mientras el niño -con internet barato- se sienta con su costoso
teléfono celular a mostrar muy convenientes fotografías donde se
victimiza ante una Guardia Nacional que, aunque ha cometido
injustificables excesos debidamente sancionados, no es ni una décima
parte de los “cazadores” de hace unas décadas. !Qué manguangua!
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