Un día, ¡Vaya día! alguien se puso creativo.

Los invito a entrar, revisar, comentar, evaluar.
Conocer mi criterio y cuestionarlo es tu derecho. Un acto supremo de hipocresía sería prohibírselo.

Sunday, September 23, 2012

Campaña y Campañas


Campaña y Campañas

(Manual práctico para las memorias selectivas)



Permítanme discurrir, o por lo menos decir lo que pienso al respecto. Tal vez alguien coincida, nunca falta el que sí y –obvio- el que no. He allí la diversidad de este pandemonio de heterogeneidades.

La Campaña, las campañas


Terminamos, no sé cómo (estoy seguro de que hay múltiples teorías e hipótesis que tratan de explicarlo, y se acercan bastante) claudicando y dejando que nos adocenen en esos cerrados cubículos diseñados para millones. Allí entramos sosegados, narcotizados, alegres y obstinados, a través de un embudo. Rompemos todas las Leyes de la Física y cumplimos con la parábola del camello (o caballo) a través del ojo de una aguja.

El Reino de los cielos. 


Es místico e inexplicable, pero sucede, siempre ha sucedido: domesticados, amansados, esquilados y devenidos en alegres comparseros de una dicotomía de canciones, estribillos, bailes, arengas, eslóganes, consignas, banderas, afiches, pendones, banderines y eso sí: mercancía. Devenimos en ella, (con valor de uso y valor de cambio) guardados tras una colorida tarjeta (como nunca antes lo del camello no resultó tan lejano de  los simbólico –lo alegórico y parabólico- haciéndose macabramente real) en un frío tarjetón que tocamos, marcamos, manchamos o sellamos esa liturgia “civilizada” que cínicamente algunos dieron por llamar "fiesta democrática".


Cosificados, transformados en objetos fríos, sí, pero felices. Insisto: felices. Así nos pretendamos racionales -más allá de las pasiones- justificamos todo. Y hasta le damos forma coherente a lo más absurdo. Toleramos contradicciones y alianzas contranatura. Abrazamos al que una vez nos endilgó epítetos nauseabundos, o cuestionamos –para quienes nos guardamos el insulto- a quien nos dio posada y hasta un abrazo de aliento, con cualquier clase de descalificación. Pero todo se explica con tono pontifical: es un momento, son los momentos que el sistema se encarga de reproducir una y otra vez. Las emociones se apoderan de todo y lo inexplicable, lo injustificable, se naturaliza. Después viene la resaca y el acostumbrado: “yo no me acuerdo. Pero sí recuerdo que tú…”

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