Un día, ¡Vaya día! alguien se puso creativo.

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Wednesday, August 17, 2011

La Medicatura
(Relato breve)

La pierna sobre la otra y el pie que colgaba jugueteando con el viento. Un péndulo, el vaivén cada vez más rápido, a veces más lento. La mirada en el afiche le invitaban a las jornadas de vacunación contra la fiebre amarilla en el plan de inmunización de 1983. La silla, el sillón -un mueble de madera nomás- crujía cada vez que acomodaba las nalgas adormecidas. ¿Ya llevaba dos horas allí?, no recordaba. Tenía sed y la botella de agua ya no derramaba una sola gota.
La puerta entreabierta dejaba entrar la poca brisa que a esa hora se encargaba de levantar más polvo que frescura. El sol del mediodía, implacable, le hacían dar gracias por el oxidado techo de zinc sobre los maderos mohosos.
Un cable sostenido con puntillas bordea el marco de la puerta y va de un apagador de clavija hasta un bombillo que cuelga justo sobre su cabeza. Por suerte está apagado, no soportaría el calor. Una débil telaraña mezclada con viejas cagaditas de moscas decoran el último tramo de la tira eléctrica que ya en dos horas le dará vida al bombillo.
La mirada se alegra cuando ve un par de folletos y el cuerpo suelto de un periódico que alguna vez fue novedad. Raudo, entusiasta, los toma y se conforma con enterarse que el alcalde en la capital encabezó hace dos meses las festividades de la Santa Patrona.
"-Buenas tardes, disculpe la tardanza, pero no me lo esperaba por acá sino hasta dentro de una semana", hablaban con él.
De golpe entró el cuerpo tosco del otrora soldado que corrió a estrecharle la mano mientras los folletos (de otra campaña de antaño) caían al suelo con sus toscos dibujito de un chipo.
"-No se preocupe, discúlpeme usted a mi, pero adelantaron el viaje y apenas tuve tiempo de avisarle. ¿Le llegó el mensaje?". Atinó a decir ante la abrupta presencia que terminó de abrir la desvencijada puerta, una de tantas que en esos pueblos sirve más de adorno.
"- Sí, pero me llegó hace como una hora. Allá donde estaba no hay cobertura nada". Su voz gruesa e imponente, denotaban un exceso de confianza muy poco habitual por esas tierras.
"- Yo comprendo, y sé que usted me sabrá entender".
"-Descuide, que pa´eso estamos los camaradas. Si quiere vamos pa´mi casa y se toma un cafecito, come también algo, mientras vemos cómo se acomoda. Posada no le faltará, y menos la comida".
"- Muchas gracias de nuevo, con gusto".
"- Venga y le ayudo con la maleta, que ahí está el camión".
"- No se preocupe, yo la llevo. Ya soy demasiada molestia".
"- De una vez aproveche y hasta se cambia la ropa, que por acá y con ese calor, ese chaquetón no le ayuda mucho. Míreme a mi, que ando de franelilla. El uniforme es pa´cuando vienen jefes". Una amplia carcajada colmó el porchecito donde una caja de cartón aplastada hacía de tapete
"- Así es, y le agradecería que me preste un baño".
"-¿Pero es que no le prestaron el baño?.
"-Bueno, no había nadie a quien decirle y es que tampoco lo pedí al buen muchacho que me recibió".
"-¡Ah, falta de confianza chico!. Venga por acá y disculpe el desorden. Es que ya nadie viene por la esta medicatura".
"-Pa`eso vine".
"- Lo sé mi compadre, lo sé".

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