El 19 de abril de 1811
Miranda y el Primer año de la Proclama
Cuando asesinan a Gual y España tras no superar los procesos en su contra, los restos mutilados del segundo de ellos, desperdigados macabramente en distintos lugares de esa Caracas “señorial”, se convierten en el escarmiento para aquellos que osaran en dudar del poderío y carácter soberano de su majestad el Rey de España.
Pero resulta que pasan poco más de 10 años y aquel Rey tiene que pactar en su propia tierra, debe humillarse cobardemente ante Francia porque es incapaz de defenderse de la Inglaterra imperial. Los franceses reducen a nada la dichosa soberanía y él, ni su hijo, pueden alardear del “derecho divino de ser Borbones”.
Un grupo de halabolas en España, en Cádiz, Sevilla, dicen que le guardarán el trono al Rey, a su hijo, Fernandito, y arman un mamotreto llamado Consejo de Regencia. Pero ya Francia hacía de las suyas, el Rey de España ahora se llamaba José, no era Español y menos Borbón, era, de hecho, Bonaparte (aunque se les parecía en su fruición por embriagarse hasta el hastío).
Pero los adulantes, por muy entusiastas que fueran, no tenían autoridad y su legitimidad estaba sometida a más dudas que la redondez de la tierra para Isabel de Castilla y Aragón. Esto lo supieron en las colonias, donde también estaban algo cansados de la metrópoli, de sus impuestos, de su control de aduanero, de sus emisarios mediocres, y de sus abusivos Capitanes Generales como De las Casas. Por supuesto, los poderosos de ultramar (bendecidos por un sistema de castas al que no pensaban renunciar) no desaprovecharon y también se inventaron su consejo de halabolas: Claro, eran los mismos lisonjeros del cabildo Caraqueño; ése que siempre se reunía no hace mucho para garantizarle el poder al Borbón en estos predios que le quedaban a varios días de distancia.
Asistiendose de pardos y militares, en un episodio confuso más parecido a un Golpe de Estado que a una espontánea rebelión, constituyeron una Junta (eso fue el 19 de abril de 1810) supuestamente para guardarle el coroto al Rey mientras resistía y recuperaba el trono, ya que el Capital General impuesto por los franceses y el Consejo de Regencia no encarnaban la soberanía como sí lo hacía el Fernandillo número siete.
Claro, la cosa no era tan sencilla como eso. Muchos presentían que el mantuanaje caraqueño (la provinciota de Caracas, la privilegiada, la más extensa) le agarraría gustico a eso del poder, porque inmediatamente constituyeron un nuevo gobierno con sus respectivos privilegios.
Y así fue: El Rey continuaba preso y Caracas seguía decidiendo sobre el resto de las provincias de esta Capitanía General (que ni a Virreinato llegábamos). Se alborota la cosa, se enciende el avispero: los de Maracaibo y Coro (y en cierta forma Guayana) prefieren que los manden los halabolas de Cádiz, no los de Caracas, y se enfrentan a ésta.Tratan de apaciguarlos varias veces, pero estos nunca se dan por vencidos. Hay una tensa convivencia.
Los Caraqueños no quieren que la unidad se pierda y se vacilan la idea de armar una república: se les vio el bojote: “Sí, nos queremos separar de España, ¿Cuál es el rollo?”, puede traducirse al criollo moderno. Y siguen el ejemplo de los estadounidenses y haitianos que –de acuerdo con los pasos la Francia revolucionaria- convocaron un Congreso Constituyente y se armaron de su propia Carta Magna donde la soberanía residía en el pueblo.
Pero, ¿Quiénes orquestaban esto?, pues –entre otros- nadie más que los mismos que más de 15 años antes habían asesinado cruelmente a Gual y España y que –peor- hace poco condenaron a aquellos quienes desembarcaron junto a Miranda en la aventura independentista de 1806.
Francsico de Miranda
Y bueno, pasa que Miranda, sí, Francisco Sebastián no olvidó cómo lo vejaron cuando era chamo en esa misma Caracas y no borraba de su memoria como en 1806, el Rey de España no tuvo ni que defenderse mucho porque los genuflexos de acá no sólo lo delataron sino que lo enfrentaron y –para mayor INRI- lo condenaron por rebelarse contra la autoridad del Rey.Tuvo entonces que huir.
Miranda no estaba en Caracas en abril de 1810, se encontraba en Londres y allí se entera de lo que pasaba por acá. El tipo se entusiasma con la cosa y sabe que no sólo estaban los halabolas en el asunto que se cocinaba por estos lares.
Casualmente, Simón Bolívar, un muchacho de apenas 27 años va para Londres comisionado a fin de pedir protección para que los franceses no se lanzaran a la aventura de invadir Caracas por la decisión de mandar pa´l carrizo al colaboracionista Emparan. Allí se encuentran con los buenos oficios de Miranda que les hizo Cabildeo (la segunda) para que los atendieran; pero no lograron gran cosa, salvo un acercamiento tremendo con Miranda, quien se convence de que debe volver a Venezuela y aprovechar el momento para emprender su proyecto.
Llega por la Guaira en diciembre de 1810 y –según se cuenta- hubo tremenda fiesta. Llega a Caracas y es “bien” recibido gracias a las buenas gestiones de Bolívar. Juan Germán Roscio –un mestizo muy inteligente, pero con complejo de mantuano que no le guardaba muchas simpatías al caraqueño- pretende que éste venga a “pasar tranquilamente los últimos años de su vida por acá”. ¡Cuánto lo subestimaba!.
Miranda, La Sociedad Patrióitica y el Congreso de 1811.
Miranda llega tarde para las elecciones del Congreso Constituyente, pero no se queda quieto. El tipo es muy bueno en eso de hacer contactos, de hablar con la gente, de vincularse con “quien debe hacerlo”, es todo un lobbista y se reúne con los amigos de Bolívar en lo que se conoce como la Sociedad Patriótica. Desde allí hace presión política con manifestaciones y actividades de calle. Logra su diputación: a pesar de Roscio y los conservadores, es designado como representante del Pao, Provincia de Barcelona.
Bueno, se instala el Congreso el 2 de marzo de 1811 con él lidiando en el ámbito legislativo y en el frente popular. Se relaciona con los más disímiles grupos sociales fuera del parlamento, ya que el reglamento electoral -redactado por Roscio- había garantizado sólo a grandes potentados dentro del mismo; cosa que no coincidía con los principios doctrinarios liberales del prócer.
Miranda ve como los debates dentro del Congreso se enfrascan en temas estériles y no van al fondo del debate republicano, ve como evaden su propuesta de Constitución, sus planteamientos de avanzada e incluso esquivan de forma vulgar el tema independentista. Lo hace saber a sus colegas de la Sociedad Patriótica, donde no sólo habían jovencitos de ideas liberales incendiarias, habían pardos, mujeres e integrantes de grupos históricamente excluidos.
El grupo hace presión en las calles caraqueñas: Desde la Esquina de Sociedad, a una cuadra de la Plaza Mayor, no hay día en que surja algo: un canto, una manifestación, un discurso. Era un barullo constante y Miranda siempre estaba implicado en ese maravilloso escándalo.
19 de abril de 1811
Miranda jamás olvidaría como quien fuera su amigo, Don Manuel Gual, fue asesinado macabramente por los monárquicos caraqueños en 1797. Él estaba ahí, en esa misma Caracas después de 40 años de exilio y tenía que hacerse notar y reprocharle a los caradura que hoy se disfrazaban de republicanos las canalladas que cometieron en nombre del Rey.
Asistido por la sociedad patriótica y gracias a sus buenas relaciones con indígenas, pardos, mulatos, esclavos y rebeldes mantuanos decide celebrar por todo lo alto (o con lo que contaba) el primer año de la revolución de abril.
Y así lo hace, por fin aquel estandarte tricolor, maravilloso, el que casi 5 años antes flameó en la Vela de Coro, encabezaba una nutrida manifestación en la Plaza Mayor: Indígenas con bandas tricolores, pardos, mestizos, mulatos, los que recordaban las gestas de José Leonardo, de Miguel, de andresote; también jóvenes mantuanos y mujeres: todos gritaban vivas a la Independencia a la República. Los gritos más fuertes proclamaban muerte al Rey.
Lo que un par de años antes resultaba impensable, indecible, se gritaba a cuatro vientos. Miranda los entusiasmaba con su verbo mientras honraba a los padres de los muchachos que portaban la que sería la bandera de la naciente patria: Manuel Gual y José María España.
Finalmente, el Congreso decide abordar el tema de la independencia. Se deja de pensar en el “sexo de los ángeles y las fronteras de Bizancio” y con la fuerza y presión del poder popular acelera los procesos necesarios que conllevan al 5 de julio de 1811 cuando se declara la independencia absoluta y se inicia su rúbrica. Se continúa el proceso de debate y construcción de la Constitución Federal de 1811, la que Miranda cuestionó por ser él proclive a la idea de un sistema centralista, necesario en ese momento histórico. El tiempo –en menos de un año- le daría la razón.
1 comment:
Me gusta la velocidad narrativa y el desparpajo histórico.
Creo que la forma correcta es "jalabolas".
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