Las caras largas, tristes, las banderas rojas y amarillas, las manos estrelladas en un puño. Son blandidas: UPV, Unidad Popular Venezolana.
En la hora cesan los partidos, ahí estábamos todos: comunistas, peseuvistas, upevistas, el Polo unido en un dolor. Una voz solitaria: ¡Lina Vive, Vive¡, ¡La lucha sigue sigue!.. Estallan aplausos, llega la caravana. Un rostro lloroso, apurado, se arroja a los brazos de un camarada de chaqueta tricolor, lo sujeta, lo abraza, lo consuela, lloran juntos.
No son las únicas lágrimas derramadas al paso del féretro color caoba llevado en hombros. Atraviesa el pasillo de almas y banderas. Se agitan los corazones. Las notas del himno nacional la honran.No menos de 500 personas hacían fila en la capilla ardiente: Madres, hermanas, esposas, sus esposos, sus hijos, los camaradas. Huele a lluvia, nadie los amilana. Hablan entre ellos, se preguntan “¿Tuvo hijos?, no sé, chico. -¿Viene el Comandante?. – No sé, ahí está Aristóbulo. - ¿Ese es Darío, no?.
Un toldo guarda la cruz cristiana flanqueada por los cirios sin encender, las flores, la bandera ocho estrellas, la rojiamarilla, enarboladas por camisetas verde olivo.
Andrés Eloy, aprueba desde el fondo: “Que vengan comiendo mango por las barriadas de mi cielo”. ¡Lina vive!...
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