Garzuela
(Las Garcitas del Guaire)
Riveras vibradoras de ocres espumas. Mangos, naranjos y follajes entre hierba y colchones. Un latón, el tizne, hacer de todo leña. Un baile en la plaza, un trago barato al precio del Dios le pague y la hediondez que ya no importa.
Candor de blanco velo que refulge en la mañana de los monóxidos perennes. El sol que se cuela y saluda la montaña buenagente, la inmensa ola que se detuvo por embrujo. Las paredes que lo contienen, los alivios que lo surten, los remolinos que lo enturbian y las lluvias que la ensalzan.
Tenues vuelos, se posan y lavan sus pies en el ámbar color. Largas ancas, parecieran que flotaran en un desfile con zancos acechantes del desprecio que se esquiva en el fondo. Un homenaje de la Ciudad a su encanto, un sacrificio: la matutina pesca. Garzuela. Los motores no te asustan, menos los muchachos y sus humos rocosos. Garzuela. Llevas tu pico a lo profundo, ¿Quién no lo ha hecho? Garzuela. Caracas eres tú, Garzuela. Cuando emprendes vuelo, ¿Adónde vas tú Garzuela?
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