Sergio Duque

300 y 200

BREVE BALANCE DE UNA HISTORIA

Hace 200 años, el mantuanaje se inventó una de una República para ellos: con sus clases sociales, sus castas, sus prebendas, privilegios y cuántas otras sinvergüenzuras a espaldas de los pardos, los negros y el rico mestizaje de 300 años de colonia. Por suerte surgió la furia del corazón del llano, esa que estremeció cielo y tierra y nos hizo el pueblo más arrecho del mundo.

No se acabó la colonia tras 319 años de dominio. Pero es que tampoco comenzó en 1492, ¿Cuántas comarcas -con sus hitos de tronco-para los Reyes y sus Santos Católicos se fundaron para ser fulminadas por el bautizo del fuego de la historia? ¿Cuántas veces se fundó mi pueblo, cuántas veces se negó a morir el pueblo milenario?.

El 2 de marzo de 1811 Venezuela seguiría siendo Venezuela, una palabra con más mitos fundacionales que el artificial territorio que lo delimita hacia dentro y hacia fuera: un Congreso que no pasó de ser más que loas genuflexas, peleas huecas y ambiciones resentidas en el seno de oligarquías bastardas. Una puesta en escena registrada para siempre en las amarillentas hojas del libro de un escribiente que más hacia de bufón que de cronista. No había nada de humano en las geografías que se peleaban: provincias, unas más sumisas que otras y hombres más miserables que otros.

¿Cuánto ha pasado, 200 años? Son menos que 300. Lo cierto, es que muy poco ha cambiado: la colonia se aloja en nosotros:somos nosotros: tara maldita que el escarmiento de un azote de sangre y fuego no pudo conjurar. ¿Hará falta otro bullir de pasiones y salvajismos? No sé a ciencia cierta. Sólo puedo dar fe de que la historia es un parto (son partos) que enseña que la sangre brota de venas y arterias heridas, se mezcla con lágrimas, con agua y sangre: aguasangre que fertiliza a una patria que si de algo puede acusársele es de ser irredentamente insumisa.