We will come back…. They´re already here
(They never left...)
Para algunos, la muerte sólo parece ser un estado de ánimo. Volvieron, la cagamos: No vino nada nuevo ni mejor, a suplantarnos. ¿"Pasado de Gloria"? ¡Válgame Dios!
Nos hemos equivocado, se ha equivocado, han ocurrido situaciones lamentables, lo sabemos: somos los primeros en denunciarlo y reconocerlo. Es el natural proceso de desgaste. Pensé en un momento que si esto algún día llegase a ocurrir, seríamos sustituidos como proyecto hegemónico, por un nuevo modelo, por una nueva clase política, rostros diferentes, ideas renovadas y frescas, capaces de corregir y superar nuestros errores para construir un nuevo escenario, una nueva realidad para la nación. No sé si mejor, no sé si peor, pero diferente, eso sí: Otro proceso.
Lamentablemente, -tristemente- me he encontrado con una frase arrogante, desafortunada, pero cierta: “hemos vuelto”. He ahí el insulto más grande a las esperanzas de cambio que alguna vez encarnamos.
Ahí estaba Richard Blanco, benjamín de Antonio Ledezma, heredero del más rancio y dañino adecaje, de ése que Tanto daño hizo a la República. Impetuoso, arrogante: hablando de un “52%” que ya no importa si desmontamos, reinterpretamos, desglosamos y graficamos, porque estamos todos –tirios y troyanos- condenados a escucharlo cual sonsonete como aquello de que “no hubo Golpe en abril de 2002” y otras farsas que en la ceguera terminan siendo verdades de silicón.
Un país que pareciere no aprender, es un mal de los paridos del arrebato de hispanidad que nunca dejará de correr por nuestras maltratadas venas. Supuse siempre que el natural proceso de desgaste y deterioro que algún día viviría el proceso revolucionario que apoyo, dejaría en evidencia uno de los principios más elevados de la teoría Marxista, la naturaleza dialéctica de los procesos históricos. Pero la síntesis de este juego de contrapuestos no resultó una nueva y mejorada versión de nuestra política, sino un desgraciado retroceso que nos obliga a lamentarnos.
El grito furibundo y enardecido de un representante de lo más retrógrado de la democracia oligárquico-burguesa, William Dávila Barrios y su paroxismo al límite de la babosa fruición. Sus inagotables loas a un “glorioso pasado”, su prepotencia dueña de una verdad de mentiras, nos obliga a sentir en lo más profundo esa sensación de la agonía bolivariana: hemos arado en el mar.
La muerte de Carlos Andrés, no me atrevo a calificarla, sólo permitió el surgimiento de expresiones desmedidas y desmemoriadas que llegaron al cénit de la estupidez con adagios y elogios con recuerdos sometidos al fotoshop de la memoria. ¡Qué fácil resultó borrar la sangre!, ¡Qué fácil borrar La peste!.
¿Y nuestra tarea, cuál es?. No voy a referir las tres erres, ni las voy a elevar al cuadrado, menos al cubo, para no caerme a mentiras. Lo siento, pero ya es hora de deshacernos de la soberbia y entender que nos equivocamos. De advertir que –de seguir entrampados- seremos sustituidos el lamentable juego de la historia: semejanza desafortunada de la sucesión de aquellas Repúblicas de impunidades y traiciones. El futuro podría depararnos un futuro mejor, pero eso sólo depende de nosotros, de no seguir haciendo lo mismo. Siempre nos justificamos en el mal pasado, pero hoy parece olvidado por quienes más lo recuerdan. ¿Por qué no nos justificamos en el futuro? Tenemos que seguir siendo parte de él.
Sin embargo, los hechos atormentan: “We will come back”, cacareó una voz anónima en el hemiciclo protocolar de la Asamblea Nacional, el viernes 7 de enero de 2011, durante la Instalación del Grupo Venezolano al Parlamento Latinoamericano. El efusivo alarido hediondo naftalina alentaba el discurso del líder político de la oposición. Recordaba aquella nefasta frase del Padre e ideólogo de la Democracia Liberal burguesa venezolana. ¡Qué tristeza!.
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