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Wednesday, November 17, 2010

Próxima Estación: Un Metro de Caracas Digno


El paro petrolero de 2002-2003 me enseñó que lamentablemente hay venezolanos dispuestos a hacer lo que fuere con tal de conseguir sus apetencias políticas y económicas. Entendí que el hambre, el desasosiego y el Terror eran posibilidades que encajaban a la perfección en aquellas mentes insensatas -imbéciles- dispuestas a vender hasta su propia madre (y no es una exageración retórica) con tal de conseguir lo que quieren.
No me extrañarían nuevas aventuras desquiciadas. Todo es viable, lo sé. Y de ahí parten mis reflexiones sobre lo que he de hablarles.
Hoy no deseo atribuir responsabilidades a uno o a otro en este clima politizado in extremis, porque mis consideraciones iniciales encajan perfectamente en todo ámbito del espectro ideológico. Incluso en el de mis correligionarios, mis copartidarios.
¿A qué viene todo esto?, a la particular situación (Me permito el eufemismo) que vive hoy el sistema Metro de Caracas.
“La Gran solución para Caracas” pasó de ser un eslogan, a ser un cliché de los escribidores con pretendidas denuncias irónicas sobre lo que padecemos quienes hacemos vida en esta adorada capital del cielo y del infierno.
No nací Caracas, pero en el paso por ella uno termina tomándole cariño a la ciudad. Te lleva ella a una suerte de Síndrome de Estocolmo y surge un apego que pendula torno a un sentimiento de amor y odio.
El Metro es para muchos caraqueños –y más para el inmigrante- la única y mejor opción para iniciar el periplo por la vida citadina. Es el primer –por decirlo así- escudero en esa lucha quijotesca que libra el recién llegado en su esfuerzo de sobrevivir y “consquitar” la urbe.
Pero poco a poco, el inmigrante se da cuenta que Caracas ha dejado de ser la metrópoli y se convierte en sólo una oficina, una rutina, un trabajo… y en el metro. En todo caso, para el foráneo, el Metro es superlativamente importante.
Pecaré de ingenuo, hago un acto de contrición y de mea culpa (con golpe de pecho incluido), pero no puedo dejar de pensar en las continuas y sospechosas circunstancias que rodean el proceso de deterioro del Sistema Metro de Caracas.
Hablan de falta de mantenimiento, de ausencia de mística y voluntad, hablan de todo, y lo único que se sabe a ciencia cierta es que incluso las escaleras mecánicas están tan dañadas, y hay tan poca esperanza de que se les repare, que ocultarlas con mediocres mamotretos de madera ha sido la genial solución.
Sin pretensiones pornográficas, hoy me vi convertido en una sola maraña de dermis, tela, sudor y hedor con no sé cuántas personas a mi alrededor. Estaba en un vagón al que ya no le hacía justicia la analogía de la lata de sardinas. El retraso convirtió los andenes en un escenario digno de los más recordados actos de masas, mientras los lentos trenes tragaban más almas de las que podían.
Pero no concibo ni entiendo el hecho de que algo que funcionaba tan bien, deviniera en este pandemónium en el que abordamos tristes latones que reptan bajo la piel de la ciudad. Sí, el sentido común dice que doce Presidentes en 11 años imposibilitan la continuidad de un proyecto de mantenimiento, reparación y expansión, de un sistema que se quedó corto ante más de millón y medio de usuarios y usuarias.

¿Qué se ha hecho? ¿Qué se ha dejado de hacer? ...

Decía el Presidente de la República -me permito parafrasearlo- que incurrimos en el error de apostar por la ampliación del metro cuando no prestamos la atención debida al mantenimiento del sistema con el que ya se contaba. Eso dice mucho; ahora, surgen una nueva duda ¿Qué se hará?.
La designación de Haiman El Troudi como Presidente de la institución parece ser un buen signo, sobretodo cuando una de sus primeras decisiones fue orientar a los empleados administrativos a sumarse al trabajo operativo. Algo plausible, pero ojalá no se limite a sacudir telarañas y modorras. Es necesario que los millones de bolívares fuertes designados por orden Ejecutiva para el mejoramiento y reparación del Sistema Metro lleguen a su destino, que haya eficiencia en su disposición.
Lo del Metro no es sólo cuestión de malestares, no podemos hablar sólo de consecuencias para el 2012, hay una realidad que hoy nos demanda soluciones inmediatas. Y si hay personas causando daño desde dentro para conseguir sus objetivos (de allí las líneas iniciales de este escrito), más vale que con con el sacudir de telarañas se hayan espantado las excusas y podamos empezar a vivir la experiencia de un óptimo servicio. Próxima estación: Un metro de Caracas digno.

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