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Saturday, November 13, 2010





Haití: Porque cólera también significa furia

En 2002 fue el SARS o Síndrome Respiratorio Agudo conocido como “Gripe Aviar”, en 2008 y 2009 la Influenza AH1N1, la célebre “Gripe Porcina”. El mundo se vio alarmado por el brote inesperado y sospechoso de dos “pandemias” que encontraron “mágicamente” su cura en fármacos que aparecieron de modo súbito cuando ya cada país tenía por lo menos un caso que encendiera la alarma sanitaria.

La OMS y las corporaciones de Medios se hicieron eco del drama, lo transformaron en paranoia y los países –las naciones- se vieron obligados a comprar grandes lotes de la panacea. Las corporaciones se hicieron más poderosas, el dinero llegaba a las arcas farmacéuticas de la mano de los erarios públicos de países pobres de nuestra América e incluso del África Subsahariana.

La historia es conocida, la OMS reconoce en 2010 que sobrevaloró (Sobreestimó, exageró) las dimensiones de la Gripe AH1N1. Sólo pidieron disculpas como si se tratara de un pequeño tropezón. ¡Cuánto dinero que pudo invertirse en la lucha contra verdaderas epidemias (el SIDA en África, por ejemplo), se gastaron en una Gripe por demás sospechosa!.

No quiero negar la veracidad de la existencia de estas complicaciones respiratorias que se llevaron no pocas vidas. Sin embargo, la OMS (donde la “S” puede significar Sadismo) reconoció que era menos mortal que otros casos de Influenza Común, la cual en algunos países cobra tantas o más vidas que alguna otra forma de “Gripe” nacida en algún laboratorio de las corporaciones.

Haití

Todos sabemos que el terremoto del 11 de enero del 2010 en gran parte del territorio haitiano no sólo produjo gestos de solidaridad del mundo. Hasta un “We Are the World” mostró el rostro “amigable” de las corporaciones de la música. ¿Quién sabe cuánto dinero fluyó en nombre de Haití a otros lugares distantes a Puerto Príncipe, a la Ciudad del Sol? (todo un cambalache como el tango). Lo cierto: condonaciones de deudas y aportes “generosos” de grandes países eran parte del espectáculo.

Dos o tres meses mantuvieron a Haití en los noticieros, hasta que finalmente desapareció en las marquesinas de algún canal de noticias. Ya no era interesante el drama de cuántas almas sonrientes, que en la miseria eran visitadas con asco por Bush y Clinton. Sólo el digno gesto de Sean Penn, Telesur y algunas ONG, atrajeron con denodado esfuerzo la atención. Pocos –o nadie- menciona la presencia de médicos cubanos que están en el lugar desde mucho antes del trágico seísmo.

Sin embargo, Haití vuelve a ser noticia, pero no nos alegremos (no son las paradójicas y millonarias elecciones del 28 de noviembre): no pasa nada bueno, nos enteramos más por paranoia que por auténtica solidaridad (salvo excepciones con el testimonio de la constancia). El brote inesperado (los primeros párrafos no son casuales ni delirio) de una forma agresiva del Síndrome del Cólera produjo la muerte de decenas de ciudadanos haitianos en cuestión de semanas. Tras un mes, la cifra superaba los cientos.

Versiones muy oportunas –demasiado oportunas para mi gusto- atribuyen la explosión inesperada de la epidemia a la Misión de la ONU (Minustah), cuando los soldados de Nepal (Curiosamente, de un pobre país asiático) tomaron el lecho de uno de los ríos más importantes como privilegiado sitio para depositar sus desechos fecales.

Pasó lo que pasó, ahora grandes sumas de dinero que se habría de destinar para la reconstrucción (lo que de por sí ya es un espejismo), tendrán que ir para la comprar de medicamentos para enfrentar el avance de la bacteria. Sin contar el que se despilfarra en la campaña electoral donde el yerno del mediocre Préval es candidato.

Al momento de escribir estas líneas, la cifra de muertos se acerca a 800 hermanos haitianos, otros miles ya presentan síntomas que en el caos y la desidia parece conducirlos inexorablemente a la muerte. Dispensen la frialdad de estas líneas.

Es indignante, causa furia, cólera –sí, cólera- ver como quizá la consecuencia de las “letrinas nepalesas” destruyen la esperanza de un país que sueña levantarse como en aquella época en que era vanguardia libertaria de nuestro caribe rebelde.


(Incluye información e imágenes de Jordan Rodríguez de Telesur desde Haití)

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